jueves, 18 de abril de 2013

UN DIVÁN DE EMOCIONES

Mahmud Sobh
<<Porque... lo primero que ha de hacer un profesor es definir los términos>>. Han sido estas las primeras palabras pronunciadas hoy por el profesor Mahmud Sobh antes de abordar la poesía andalusí, a modo de preludio a ¿qué fue al-Ándalus? Para saberlo, primero se ha de encontrar una respuesta a la etimología del topónimo, o al menos atreverse a jugar a los puzzles lingüísticos: las teorías son varias y no hay mucha seguridad al respecto. Pero Sobh apuesta por su propia explicación: "el paraíso de Occidente".

Esta tarde, a las 19.00, comenzaba en la Casa Árabe la presentación de la obra El diván de la poesía árabe y andalusí, una antología poética bilingüe árabe-español publicada por Sobh apenas hace un año, en el 2012. Se ha llevado a cabo una lectura alalimón: Sobh, con una voz serena y con ademanes teatrales que nos impelía a imaginarle como el poeta nómada en el entorno de mil y un desiertos, ha recitado -con el cantar sublime que supone esto en el mundo árabe- una serie de poemas; a continuación, el poeta Javier Lostalé lo ha secundado con una recitación en español, con voz soberbia, impactante, que desplegaba una absoluta sencillez impregnada en elegancia.

La presentación ha sido, esencialmente, una oda en sí; una oda a las poetisas o, como el propio Sobh ha preferido siguiendo la caprichosa normativa actual, mujeres poetas: desde la preislámica Layla al-Afifa, la omeya Maishún -la mujer del jalifa Muawiya I-, hasta la pionera del sufismo Râbi'a al-Adawiyya. No obstante, los poemas que más han resonado han sido los del insuperable y gran maestro de poesía árabe al-Mutanabbi, por el cual Sobh, como el mismo ha reconocido gustosamente, siente una irredenta debilidad. El hecho de que su obra, una antología que acapara la larga historia literaria de la civilización árabe, albergue nada más y nada menos que noventa y nueve poesías de al-Mutanabbi, no es pura casualidad.

En el panorama literario andalusí, el elenco de personajes femeninos ha quedado ligeramente eclipsado por la merecida reverencia que se le ha brindado al cordobés Ibn Zaydún (1003-1071). La poesía de este prolífico compositor puede reconocerse como la mejor que acogió al-Ándalus durante sus ocho siglos de fructífera existencia: fue el más grande, un al-Mutanabbi oriental en Occidente -si es que acaso se puede comparar al primero con alguno de los poetas árabes que lo sucedieron-. La lectura que se hizo de Zaydún fue la de una sensible y emotiva elegía que escribió a su abuela. Con tales voces de los recitadores, los sentimientos estuvieron a flor de piel. Sin embargo, también hubo tiempo para que florecieran varias bromas y anécdotas: Sobh narraba, con humor y cariño, a un al-Mutanabbi aficionado al vino blanco, que no tenía problemas en pregonar <<Soy ateo, gracias a Alá>>; o a una princesa cordobesa llamada Wallada (1000-1091), que mandó coser en oro sobre su vestido un sensual y atrevido mensaje para aquel ante quien paseara:

Juro por Dios que soy digna de las alturas,
voy por mi camino con la cabeza muy alta.
Permito a mi amante que toque mis mejillas
y acepto los besos de quien desee darlos.

Y recapacitemos sobre esto un breve instante. Imaginar a una mujer del siglo XI en un ambiente musulmán como el de al-Ándalus pregonando sus pasiones con esa libertad, y quizá desfachatez, al mismo tiempo que gritaba por las plazas <<¡Doy mis besos a quien los quiera!>>... todo esto, equivale a un total derrumbe del concepto preconcebido por una sociedad occidental del siglo XXI que ve en el islam un reflejo del ortodoxo dogmatismo religioso y el sexismo. Pensar en Wallada es pensar en una cultura andalusí que rebosó de tolerancia, y en la que el islam -que no es ni ha sido inmutable, a pesar de la insistencia que en ello puedan hacer algunos grupos religiosos- se amoldó a una sociedad abierta.

Avanzando en el tiempo, Sobh nos sorprendió con la recitación de una moaxaja del famoso poeta granadino Ibn Jatib (1313-1374). La melodía, esta vez, fue música en estado puro, a imagen y semejanza de la interpretación que hizo la cantante libanesa Fairuz. A continuación, dejo un link donde se puede leer el poema al mismo tiempo que escucharlo cantado por Fairuz.

(Para la música, hay pinchar en el óvalo que se encuentra sobre el texto del poema) 

Wallada, sin embargo, no queda marginada en la selección de aquellas singulares y relevantes poetisas andalusíes. Falta por mencionar aún a Aixa, aquella mujer que ha dejado en la memoria española una cita escalofriante por su dramatismo y su fuerza poética. Sobh cierra así, magistralmente, la presentación de su libro con unas palabras que dirigió esta gran mujer a su hijo, cuando él miró, desde lejos, hacia su amada Granada, tras haberles entregado las llaves de la magnífica ciudad a los Reyes Católicos. Son palabras que, a falta de explicación, no queda más que repetirlas, una y otra vez:

Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre.

Una presentación hermosa, cargada de emotividad y ecos de una lengua árabe que, con sus múltiples fonemas, resuena con cierto arcaísmo y una magia insondable. La emoción se palpaba en el ambiente.  Y fue tal la electricidad sentimental, que hoy muchos no hubimos llorado como mujer por la vergüenza y dignidad que se lo impide al hombre.

2 comentarios:

  1. Me habria encantado asistir al encuentro poetico del profesor Sobh. La poesia arabe me parece muy bonita y digna de reconocer a dia de hoy, por su importancia en la poesia española actual. Espero que Casa Arabe siga organizando eventos como este para que la gente pueda conocer estas composiciones y se haga eco de su importancia y belleza.

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  2. Hola Andrea. El profesor Sobh anunció que iba a dar otro recital el día 5 de mayo, si no me equivoco, pero no sabría especificarte más. ¡Esperemos que se anuncie por los pasillos de la facultad!
    Estoy de acuerdo con la belleza de la poesía árabe. Yo creo que, desde una mirada occidental, escuchar a un poeta recitando poesía en árabe sencillamente impresiona. Es muy diferente al momento poético europeo, que parece haberse enquistado en el texto, mientras que el oriental hace de la poesía un arte oral y de los versos escritos, meros bastones. El recitador árabe es un artista; el europeo aún sigue siendo un lector.

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