sábado, 23 de marzo de 2013

LA BELLEZA DE UNA ESCRITURA

La historia se diferencia de la prehistoria por un acontecimiento escalofriantemente relevante: la invención de la escritura. La revolución se produce alrededor del año 3000 a.C. y sigue este esquema general de transformación: sistema ideográfico, silabario, abyad, alfabeto.

Este último, el abecedario, es el que ha triunfado en el mundo occidental. No obstante, el microcosmos semítico en su mayoría (con alguna excepción como el maltés -abecedario latino- o el etiópico -silabario ge'ez) se sirve del abyad, es decir, aquel sistema que tan solo se sirve de consonantes, relegando las vocales a la mera función de matres lectionis y anotándolas bajo o sobre la línea de escritura. Uno de los idiomas que utilizan este sistema es el árabe. Hago hincapié en un concepto que me resulta esencial y que suele pasar desapercibido: el alifato no es un alfabeto, como su propio nombre puede suscitar, sino un abyad.

La caligrafía árabe, vista desde Occidente, se presta a calificaciones taquigráficas: su forma, que en poco se distingue a la vista de indoeuropeos de una línea continua salpicada de puntos por aquí y por allá, resulta extraña, compleja de leer y rápida de escribir. Más parece ornamento que escritura. ¿Pero... por qué esa aparente esencia estética?

Uno de los muchos rasgos que diferenció desde temprano el monoteísmo de las religiones paganas -aparte de la falta evidente de un amplio panteón rebosante de divinidades muy humanas- fue la iconoclasia, de influjo aparentemente hebreo. Esta doctrina, ya desaparecida en el mundo católico, sigue sin embargo muy vigente en el judaísmo y en el islam. La fuente sagrada más antigua que prohíbe la representación de imágenes es Deuteronomio 5:8:

No te harás imagen, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.

La orden es sencilla y contundente: queda expresamente prohibida la representación de todo lo que hay en el mundo. El objetivo, también sencillo: inhibir la arrogancia humana de querer igualarse a Dios. En efecto, el arte es una forma de creación, y solo Él es el único Creador. Aunque en el Corán no se alude de modo directo a un precepto iconoclasta, en la Sunna sí se menciona, y, de este modo, la tradición musulmana presenta cierto rechazo a la representación a través de imágenes. No obstante, y como todo en esta vida, existen grados de observancia: algunos musulmanes no crean personas ni animales; otros sí, pero se abstienen de representar a Dios y a los profetas. Es aquí donde recae el espíritu decorativo de la letra: se convierte esta en un recurso, junto con las figuras geométricas y vegetales, creador de belleza. Y de este modo, la caligrafía se eleva a la misma categoría de cualquier otra refinada arte.

La letra árabe fue una de las primeras cursivas de la familia semítica. Ribera y Tarragó comenta -exageradamente- a colación: <<Un nombre de cuatro o cinco sílabas se traza con tanta rapidez y brevedad como una sola de nuestras consonantes>>. Y de esta fluidez se desprende el florecimiento árabe. Uno de esos lugares que actuó como centro neurálgico emanador de cultura árabe escrita fue precisamente nuestro al-Ándalus, una tierra que actuó como refugio ideal de amantes de libros, grandes bibliotecas y hábiles calígrafos.


Inscripción fundacional en la que se
explica el mandato de Abd-al-Rahman II
de construir la mezquita
Durante la época del emirato omeya de Córdoba (711-929), nos encontramos con las primeras inscripciones epigráficas. La más antigua data del año 829/830, y se ubica en la Mezquita Mayor de Sevilla. Observamos en sus trazos sobre piedra un arcaísmo muy acuciado y una letra de rasgos cúficos. Este estilo de escritura había nacido en el siglo VIII en al-Hira (posteriormente llamada Kufa), y fue la que se introdujo en al-Ándalus, pues, por el momento, aún no se había desarrollado en el sur de la Península un estilo caligráfico propio.


Inscripción del bote de al-Mugira (967/968),
escrito en estilo cúfico cordobés.
La escritura epigráfica de etapas posteriores, como durante el califato omeya de Córdoba (929-1031), sigue manteniendo el estilo cúfico. De hecho, una de las particularidades de la letra andalusí es su estrecho vínculo con el cúfico, distinguiéndose de otros estilos, que se nutren principalmente del nasj.


Corán de Córdoba del siglo XII
(Sura de la Vaca)
Durante los primeros reinos de taifas (1031-1086), la invasión de los almorávides (1086-1145) y los segundos reinos de taifas (1145-1172), conservamos magníficos ejemplos del estilo propio andalusí, bellamente representado en la copia de Coranes. El cuidado de la letra es exquisito: el cálamo utilizado es de punta muy fina, que permite que las letras alarguen sus trazos finales con suma delicadeza y fluidez.

Corán del siglo XIII, (Sura
de las mujeres)
Durante la época almohade (1172-1232) observamos una tendencia semejante. La máxima singularidad  de la caligrafía andalusí vendrá con con el reino nazarí (1232-1492): las letras experimentan un estado álgido de cursivización y los trazos se redondean. Asimismo, se comprueba una gran flexibilidad en la longitud de ciertas partes de la palabra. Por otro lado, una característica de los Coranes andalusíes, tal y como vemos en la imagen de la izquierda, es que eran habitualmente del tamaño de una cuartilla y estaban escritos en caracteres bastante grandes, adornados por títulos enmarcados, signos diacríticos de diferente color y figuras geométricas en los márgenes.

Corán nazarí, de finales del siglo XIII/principios del XIV.
Corán nazarí, de la misma datación
que el anterior.



En estos Coranes se aprecia algo también típico del estilo andalusí: los títulos se escriben en cúfico cuadrado, con un cuerpo de mayor grosor y un color que sobresalga del resto de texto.

El sabio simplifica, de al-Sharani (1993)
En conclusión, la evolución que se observa desde el cúfico cordobés hasta el nazarí se basa en la creación de una letra cada vez más cursiva, más redondeada y con mayores florituras; esto es, más artística y bella. La constante presencia de aleyas coránicas junto a lacerías, mosaicos y demás motivos artísticos nos da a entender su función como un elemento decorador más.

La caligrafía árabe sigue evolucionando, como ya lo hizo durante la Edad Media. Pero ahora, en la época contemporánea, las letras se perfilan sobre un fondo que usualmente está teñido del sentir abstracto europeo, creando obras singulares, originales. Algunas aptas para leer; otras, solo para el deleite.

El siguiente vídeo es una visita virtual a la exposición Libertad e innovación. La caligrafía árabe contemporánea. ¡Que aproveche el tour a través de este maravilloso mundo artístico!


miércoles, 20 de marzo de 2013

EL SERMÓN DE RABADÁN Y MI ABUELA


Cuando era niña, mi abuela siempre me decía: «Mi apellido es Rabadán; es árabe». Ella, que tiene una piel blanca de porcelana, cabellos rubios y unos ojos zarcos que desafían al color del cielo más despejado de un día de verano, desprende unos rasgos celtas difíciles de pasar por alto. Dudo que mi abuela jamás haya tocado un Corán y, de hecho, usualmente confunde su apellido con el famélico noveno mes islámico; pero apela a sus supuestos orígenes con un inocente orgullo que siempre me ha resultado conmovedor.

Durante algún tiempo, estuve investigando acerca del apellido que con tanta honra portaba mi abuela, y aún mi madre y sus hermanas. Mis frustradas pesquisas no llegaron a buen puerto y lo máximo que logré descubrir, moviéndome entre diccionarios, blogs y algunas páginas web de dudosa calidad informativa, es que procedía del árabe andalusí rabb adda'n, cuyo significado es 'pastor'. Esto solo confirmaba un origen etimológico que ya suponíamos, pero no una localización geográfica que nos hablase de dónde nacía dicho apellido.

Por uno de esos extraños azares de la vida, en el que las cosas se encuentran cuando menos se buscan, me di de bruces, rebuscando en un manual de literatura medieval española, con la referencia a una obra que me llamó especialmente la atención. Se titulaba El sermón de Rabadán e, instantáneamente, me acordé de mi abuela.

Puerta del Agua, Ágreda,
con arco de estilo califal
cordobés.
El Sermón de Rabadán es conocido también como la Aljotba arrimada. Su historia pertenece casi más al ámbito de lo novelesco, en el que el descubrimiento de tesoros ocultos durante siglos se encuentra a la orden del día. Para remontarnos a su repentina aparición, dejemos volar nuestra imaginación, sin perder de vista, por supuesto, la veracidad histórica en torno al suceso: retrocedamos hasta un día cualquiera del año 1795, digamos, una tarde fría de invierno. Un individuo de la villa de Ágreda, una pequeña localidad de Soria, encuentra, por casualidad o por destino -como prefiera el lector-, algo que a primera vista no reconoce. Enfoca mejor su mirada y percibe lo que parecen ser un par de libros, que se esconden tras un falso muro de una casa que ha sido recientemente derribada. Coge uno de ellos entre sus manos, pasa las páginas por primera vez en cuatro siglos, observa las letras extrañas que nunca antes ha contemplado e ignora ante lo que se encuentra. Se trata de un códice morisco datado del siglo XIV, redactado en aljamía, en el que se encuentra, entre otros dos opúsculos más, nuestro Sermón de Rabadán. Advirtiéndole al lector ante lo que se halla, al comienzo reza:

Eyarrímase en copla porque seya más amorosa a los oyentes e ayan placer de escoitarla e obrar por ella, por que alcancen por ella el gualardón que Allah prometió en ella a todos.

La villa de Ágreda se sitúa en la ladera del Moncayo, una montaña que se debate entre Soria y Zaragoza. Su ubicación estratégica entre Aragón y Castilla y León ya hizo que contara con un castro celtibérico y, posteriormente, su enclave volvería a propiciarle a la villa gran florecimiento: primero durante el Imperio romano, y más tarde, y de manera más acuciada, a la llegada de los musulmanes. La huella que dejaron estos allí se comprueba tanto a nivel artístico y monumental -contamos hasta la actualidad con una aljama, la Alcazaba y construcciones de características orientales- como a nivel demográfico. La población musulmana siguió latente hasta ya acabada la Reconquista, en el año 1492 con la toma de Granada. Se estima que los moriscos, aquellos musulmanes obligados a convertirse al cristianismo, configuraban, por poner un ejemplo en tierras norteñas, nada menos que un 20% de la población de Aragón. A pesar de ocultarse bajo el disfraz de una nueva confesión, lo cierto es que la mayoría de los moriscos fueron criptoislámicos, lo que se refleja claramente en manuscritos como el Sermón de Rabadán.


Documento morisco
hallado en Zaragoza
en 1989, tras el tapial
de una casa antigua.
Sería en el año 1610, tras diversos intentos de cristianizar a la población morisca, cuando esta sea definitivamente expulsada de la Península, siguiendo el patrón de 1492 con los judíos. No obstante, muchos moriscos fueron capaces de burlar el edicto y continuaron asimilándose en España. Se marchasen o no, lo cierto es que dejaron un gran legado de documentos y valiosos manuscritos aljamiados perdidos durante mucho tiempo. La aventura que vivió ese personaje que en 1795 halló el Sermón de Rabadán no fue un hecho exclusivo del siglo XVIII: hasta hoy en día, por sorprendente que nos resulte, siguen apareciendo papeles aljamiados en el proceso de rehabilitación de algunas casas viejas: las paredes y los tejados fueron, al parecer, los mejores escondites para aquellos libros cuyo descubrimiento pondría seriamente en duda la fidelidad a su nueva religión y causaría la ira desmedida de una impasible Inquisición.

Lo cierto es que, de manera desoladora, el contenido del Sermón de Rabadán no aportó nueva luz sobre el origen de nuestro apellido, pero al menos me sumergió en el enigmático mundo del legado morisco. Aún así, seguiré investigando acerca de Rabadán, para potenciar, o desinflar, la romántica creencia genealógica que mi abuela me ha infundado desde pequeña.

Incluyo, a colación de la entrada, un vídeo de la Biblioteca Nacional: Memoria de los moriscos. Escritos y relatos de una diáspora cultural, un paseo virtual alrededor de la exposición del mismo nombre que se organizó entre el 18 de junio y el 26 de septiembre de 2010.



domingo, 17 de marzo de 2013

LAS MAÑANAS TRICULTURALES EN LA 2


Desde hace ya algunos años, La 2 emite cada domingo por la mañana tres breves programas representantes de las tres religiones monoteístas: «Buenas noticias TV», «Shalom» e «Islam, hoy». Su emisión consecutiva tiene el objetivo de reunir, en un tiempo total de 45 minutos, tres visiones del mundo actual y pasado, muy dispares entre sí, pero también con muchos puntos de encuentro.

El enfoque de cada programa, sin embargo, no es uniforme. «Buenas noticias TV», desde su posición evangélica, lleva a cabo un mensaje cien por cien religioso, desplegando su misión divulgadora de una Verdad absoluta que parece romper el esquema de tolerancia al que se aspira (o al menos, eso parece) con este trípode monoteísta.


«Shalom», por su parte, lleva a cabo su cometido divulgativo desde una óptica en la que la cultura e incluso la política eclipsan la religión: iniciativas sociales, propaganda turística de Israel y tradiciones de fiestas judías son algunos de los tópicos más recurrentes recientemente.


«Islam, hoy», que es el que más nos interesa por su temática, sigue más o menos la vereda de «Shalom»: la religión es su punto de partida, pero no monopoliza el contenido del programa. Son usuales las emisiones dedicadas íntegramente al legado andalusí y a iniciativas que pretenden revitalizar al-Ándalus en la Andalucía de hoy en día, como inauguraciones de bibliotecas o presentación de libros relacionados.


En el programa de hoy, domingo 17 de marzo, se aborda al-Ándalus de un modo bastante original: contrastando las aportaciones romanas y las musulmanas en la Península. Aunque bien es cierto que esto no se queda en una simple comparación, sino que se muestra más bien como una balanza competitiva en la que al-Ándalus, previsiblemente, sale ganando en aportaciones tanto técnicas y científicas como intelectuales. Este primer detalle le da al programa un toque marcadamente parcial: se extraen conclusiones rápidas de etapas históricas complejas y duraderas en menos de 15 minutos. Además, he tenido la sensación de estar escuchando en ocasiones una simple -y larga- enumeración de los avances que se trajeron a la península ibérica de mano de los árabes, en lugar de un desarrollo resumido de los mismos.

Esta vez, «Islam, hoy» ha pecado de impaciencia y extrema brevedad para tratar un tema como lo es el impacto de Roma y el de al-Ándalus (y más si se pretenden sacar conclusiones mediante un análisis comparativo). Lo mismo se podría haber hecho, más tranquilamente y seguro que con muchísima más calidad, fragmentado en diversas emisiones.

La persona encargada hoy de informar al espectador, María Amparo Vico Camacho, aparecía, en un subtítulo, denominada por el programa como «Conocedora del Islam». Dejando de lado la norma ortográfica de mayúscula o minúscula para islam, el caso es que es meramente sorprendente que aparezca este paupérrimo resumen de aptitudes del informador, en lugar de la titulación académica o puesto de investigación que normalmente usan -como debe ser- en el programa. ¿Qué autoridad le da el hecho de ser conocedora del islam? Es de nuevo un detalle que le resta seriedad al programa: el espectador serio dudará al instante de la informadora, aún cuando ni siquiera esta le dé motivos para hacerlo, por el simplista título con el que se la describe.

Tanto «Buenas noticias TV», como «Shalom» e «Islam, hoy» son, en definitiva, magníficas iniciativas que, sin embargo, uno nota rápidamente que están ejecutadas con gran ligereza: son de destacar, por ejemplo, las intervenciones claramente memorizadas -y luego también leídas en directo- de «Shalom» e «Islam, hoy», como ocurre en la emisión que se comenta. 

En la página de RTVE, contamos con A la carta, una opción que permite elegir cualquier emisión de cualquier programa de la cadena. A continuación se muestra La refinada civilización andalusí, a la que se hace referencia en la entrada.

sábado, 16 de marzo de 2013

JOYAS MUDÉJARES


En febrero de 2012, la Biblioteca Nacional abrió una exposición llamada “Biblias de Sefarad”, en la que se mostraba al público una riquísima colección de textos sagrados hebreos de la Edad Media. Desde el 12 de marzo, hasta el 19 de mayo de este año, la Biblioteca Nacional nos abre de nuevo sus puertas con una exposición que se podría considerar, temáticamente, como la secuela de la anterior: “Piel sobre tabla”.
Se trata esta vez de una colección de 55 volúmenes, entre códices medievales, libros impresos y facsímiles. Su nexo, la encuadernación mudéjar. Este término, aplicado a la población, hace referencia a aquella que, como la propia etimología de la palabra sugiere ('domado'), mantuvo el islam finalizada ya la Reconquista, y que se agrupó en las llamadas aljamas. En el ámbito artístico, sin embargo, mudéjar alude a un estilo no solo arquitectónico, sino también ornamental, iniciado por musulmanes y judíos en tierras cristianas, que floreció durante los siglos XIII y XIV, teniendo por principales centros neurálgicos ciudades como Toledo, Plasencia, Segovia, Valencia, Zaragoza y Barcelona. La característica principal de este estilo radica en la armonía y bellísima conjunción de elementos islámicos y cristianos, en el que confluyen, por lo tanto, rasgos románicos, góticos, renacentistas, árabes y, por supuesto, andalusíes.

En las portadas de los libros, el estilo mudéjar halló un modo de desarrollar su potencialidad estética y experimentó con múltiples posibilidades. La exposición se organiza en torno a diferentes agrupaciones de encuadernaciones, siguiendo la disposición de los elementos decorativos. Algunos de los tipos de ornamentación que se explican son los siguientes: 
  • Encuadernación mudéjar de lacerías: la caracterizan cordonzuelos entrelazados que forman figuras caprichosas sobre la piel repujada que recubre las tapas.
  • Introductiones latinae (ca. 1486),
    Antonio de Nebrija.
    Encuadernación de bandas
    rectangulares, con manezuelas
    de oro y páginas de pergamino.

  • Encuadernación mudéjar de motivos geométricos centrales: en este caso, resalta una figura geométrica que, a modo de soberana, domina sobre la encuadernación. Un buen ejemplo de esta tipología es Dichos de santos Padres y otros documentos (siglo XV), de Pedro López de Baeza. Una curiosidad acerca de este manuscrito es que hallamos el título grabado además en el corte delantero. Es una pista que nos indica que el volumen se pudo haber colocado en las estanterías de modo que el lomo quedase oculto y se viera el canto de las páginas. Fue este un recurso típico durante el Renacimiento español para darle cierta uniformidad visual a la biblioteca, de modo que no resaltasen los diferentes colores y estilos de los libros. Un buen ejemplo es la biblioteca del monasterio de El Escorial, en la que, por capricho de Felipe II, los cortes delanteros de todos los libros fueron cubiertos por finas láminas de oro sobre las que se escribieron los títulos, siguiendo con la moda renacentista de las más absoluta armonía visual. 
  • Encuadernación mudéjar de bandas rectangulares concéntricas: el resultado ornamental resulta abigarrado, siendo el estilo semejante al plateresco. 
  • Encuadernación mudéjar de rectángulos partidos: las portadas quedan esta vez divididas en varias secciones iguales entre sí, decoradas a su vez cada una con motivos centrales, geométricos o florales.
  • Encuadernación gótico-mudéjar: en este caso, los motivos decorativos no se limitan a las formas geométricas o florales, sino que incorporan también las zoomórficas. Por ejemplo, en el incunable expuesto Summula confesiones (1477), de San Antonio de Florencia, aparecen estampados pequeños dragones insertos en rectángulos que se disponen rodeando la portada.
  • Encuadernación heráldica: en estas, un escudo, ya sea episcopal, nobiliar, de instituciones con poder o incluso para eruditos y bibliófilos de renombre, se estampa en el centro de las tapas.
  • Encuadernación mudéjar italiana: se desarrolla a partir del siglo XV en Nápoles, cuando Alfonso V el Magnánimo, rey de Aragón que expande su poder por la zona oeste del Mediterráneo, manda llamar a los encuadernadores catalanes a la actual isla italiana en la que había decidido establecerse. Es a partir de este momento cuando se incorporan en las encuadernaciones el dorado. Este es el caso del magnífico ejemplar De regimen principum (1498), de Aegidius Romanus, en el que observamos, sobre una piel rojiza, motivos de oro agrupados de forma rectangular.
Ejemplo de encuadernación
morisca, con correas que
parten del lomo y van
entretejidas en la portada
y contraportada. (No  pertenece 
a la exposición)
Encuadernación de cartera,
en la que la contraportada se
alarga de modo triangular,
cubriendo así, al cerrarse,
parte de la portada.
La mayoría de los volúmenes de la exposición, siguiendo la norma mudéjar, están constituidos por páginas de pergamino, aunque también tenemos ejemplos de papel, como el Kitâb al-yamal fî al-nahw (1579/1580). También hay que resaltar que los encuadernadores mudéjares optaron mayormente por el uso del papelón (cartón formado a partir de papeles que se consideraban inservibles) en lugar de madera para la confección de las tapas, así como la utilización del cordobán (piel de cabra) para revestir las mismas.
El patio de los leones en
la Alhambra,
J. Laurent

Se explican, asimismo, diferentes técnicas de decoración, como el estezado, consistente en la estampación de motivos mediante la presión de un instrumento metálico, o el gofrado, en el que esta vez el procedimiento es el mismo salvo por el hecho de aplicar calor y humedad. 

Aparte de esta magnífica colección de encuadernaciones, la exposición también incluye antiguas fotografías del francés Jean Laurent (1816-1886). Las instantáneas, de más valor documental que artístico, retratan la Granada y la Córdoba andalusí, con monumentos inolvidables para el subconsciente colectivo como la Alhambra y la mezquita.


Quizá se echa en falta en "Piel sobre tabla" una explicación del proceso de repujado y estampado de motivos: la vitrina con las herramientas utilizadas resulta insuficiente. Por otro lado, hubiera sido magnífico que todos los manuscritos, y no solo algunos, estuvieran agrupados dependiendo del tipo de encuadernación. No obstante, en general la exposición es de bastante calidad y uno sale de sala hipóstila con una gran sonrisa en los labios y, sobre todo, con ganas de saber más.  


A continuación, incluyo un vídeo de la Biblioteca Nacional que considero oportuno: se explica en él la técnica para encuadernar libros, introducida por una breve historia de la encuadernación que abarca desde los manuscritos medievales, hasta los libros contemporáneos, pasando por los incunables y la revolucionaria creación de la imprenta.


BIENVENIDOS A AL-ANDALUFILIA


Hoy comienzo un blog dedicado a al-Ándalus, a sus hitos históricos, a sus aspectos culturales, a su influencia en épocas posteriores y al relevante puesto que ocupa en la historia universal. Pretendo echar la vista hacia el pasado para comprender mejor el presente de España; un país que -aunque no de la forma exclusiva que se divulga desde una visión idealista-, fue el punto de encuentro de las tres grandes religiones del Libro: judíos, cristianos y musulmanes, cuya convivencia, entre 711 y 1492/1609, fue en ocasiones armónica y en otras muchas conflictiva.

Es este un pequeño rincón en el que desplegar nuestra filia por la enigmática y exótica al-Ándalus, que aún sigue muy viva en los corazones tanto de arabistas como hebraistas románticos de la Edad Media.