LA BELLEZA DE UNA ESCRITURA
La historia se diferencia de la prehistoria por un acontecimiento escalofriantemente relevante: la invención de la escritura. La revolución se produce alrededor del año 3000 a.C. y sigue este esquema general de transformación: sistema ideográfico, silabario, abyad, alfabeto.
Este último, el abecedario, es el que ha triunfado en el mundo occidental. No obstante, el microcosmos semítico en su mayoría (con alguna excepción como el maltés -abecedario latino- o el etiópico -silabario ge'ez) se sirve del abyad, es decir, aquel sistema que tan solo se sirve de consonantes, relegando las vocales a la mera función de matres lectionis y anotándolas bajo o sobre la línea de escritura. Uno de los idiomas que utilizan este sistema es el árabe. Hago hincapié en un concepto que me resulta esencial y que suele pasar desapercibido: el alifato no es un alfabeto, como su propio nombre puede suscitar, sino un abyad.
La caligrafía árabe, vista desde Occidente, se presta a calificaciones taquigráficas: su forma, que en poco se distingue a la vista de indoeuropeos de una línea continua salpicada de puntos por aquí y por allá, resulta extraña, compleja de leer y rápida de escribir. Más parece ornamento que escritura. ¿Pero... por qué esa aparente esencia estética?
Uno de los muchos rasgos que diferenció desde temprano el monoteísmo de las religiones paganas -aparte de la falta evidente de un amplio panteón rebosante de divinidades muy humanas- fue la iconoclasia, de influjo aparentemente hebreo. Esta doctrina, ya desaparecida en el mundo católico, sigue sin embargo muy vigente en el judaísmo y en el islam. La fuente sagrada más antigua que prohíbe la representación de imágenes es Deuteronomio 5:8:
Durante la época del emirato omeya de Córdoba (711-929), nos encontramos con las primeras inscripciones epigráficas. La más antigua data del año 829/830, y se ubica en la Mezquita Mayor de Sevilla. Observamos en sus trazos sobre piedra un arcaísmo muy acuciado y una letra de rasgos cúficos. Este estilo de escritura había nacido en el siglo VIII en al-Hira (posteriormente llamada Kufa), y fue la que se introdujo en al-Ándalus, pues, por el momento, aún no se había desarrollado en el sur de la Península un estilo caligráfico propio.
La escritura epigráfica de etapas posteriores, como durante el califato omeya de Córdoba (929-1031), sigue manteniendo el estilo cúfico. De hecho, una de las particularidades de la letra andalusí es su estrecho vínculo con el cúfico, distinguiéndose de otros estilos, que se nutren principalmente del nasj.
Durante los primeros reinos de taifas (1031-1086), la invasión de los almorávides (1086-1145) y los segundos reinos de taifas (1145-1172), conservamos magníficos ejemplos del estilo propio andalusí, bellamente representado en la copia de Coranes. El cuidado de la letra es exquisito: el cálamo utilizado es de punta muy fina, que permite que las letras alarguen sus trazos finales con suma delicadeza y fluidez.
Durante la época almohade (1172-1232) observamos una tendencia semejante. La máxima singularidad de la caligrafía andalusí vendrá con con el reino nazarí (1232-1492): las letras experimentan un estado álgido de cursivización y los trazos se redondean. Asimismo, se comprueba una gran flexibilidad en la longitud de ciertas partes de la palabra. Por otro lado, una característica de los Coranes andalusíes, tal y como vemos en la imagen de la izquierda, es que eran habitualmente del tamaño de una cuartilla y estaban escritos en caracteres bastante grandes, adornados por títulos enmarcados, signos diacríticos de diferente color y figuras geométricas en los márgenes.
En estos Coranes se aprecia algo también típico del estilo andalusí: los títulos se escriben en cúfico cuadrado, con un cuerpo de mayor grosor y un color que sobresalga del resto de texto.
En conclusión, la evolución que se observa desde el cúfico cordobés hasta el nazarí se basa en la creación de una letra cada vez más cursiva, más redondeada y con mayores florituras; esto es, más artística y bella. La constante presencia de aleyas coránicas junto a lacerías, mosaicos y demás motivos artísticos nos da a entender su función como un elemento decorador más.
La caligrafía árabe sigue evolucionando, como ya lo hizo durante la Edad Media. Pero ahora, en la época contemporánea, las letras se perfilan sobre un fondo que usualmente está teñido del sentir abstracto europeo, creando obras singulares, originales. Algunas aptas para leer; otras, solo para el deleite.
El siguiente vídeo es una visita virtual a la exposición Libertad e innovación. La caligrafía árabe contemporánea. ¡Que aproveche el tour a través de este maravilloso mundo artístico!
La caligrafía árabe, vista desde Occidente, se presta a calificaciones taquigráficas: su forma, que en poco se distingue a la vista de indoeuropeos de una línea continua salpicada de puntos por aquí y por allá, resulta extraña, compleja de leer y rápida de escribir. Más parece ornamento que escritura. ¿Pero... por qué esa aparente esencia estética?
Uno de los muchos rasgos que diferenció desde temprano el monoteísmo de las religiones paganas -aparte de la falta evidente de un amplio panteón rebosante de divinidades muy humanas- fue la iconoclasia, de influjo aparentemente hebreo. Esta doctrina, ya desaparecida en el mundo católico, sigue sin embargo muy vigente en el judaísmo y en el islam. La fuente sagrada más antigua que prohíbe la representación de imágenes es Deuteronomio 5:8:
No te harás imagen, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
La orden es sencilla y contundente: queda expresamente prohibida la representación de todo lo que hay en el mundo. El objetivo, también sencillo: inhibir la arrogancia humana de querer igualarse a Dios. En efecto, el arte es una forma de creación, y solo Él es el único Creador. Aunque en el Corán no se alude de modo directo a un precepto iconoclasta, en la Sunna sí se menciona, y, de este modo, la tradición musulmana presenta cierto rechazo a la representación a través de imágenes. No obstante, y como todo en esta vida, existen grados de observancia: algunos musulmanes no crean personas ni animales; otros sí, pero se abstienen de representar a Dios y a los profetas. Es aquí donde recae el espíritu decorativo de la letra: se convierte esta en un recurso, junto con las figuras geométricas y vegetales, creador de belleza. Y de este modo, la caligrafía se eleva a la misma categoría de cualquier otra refinada arte.
La letra árabe fue una de las primeras cursivas de la familia semítica. Ribera y Tarragó comenta -exageradamente- a colación: <<Un nombre de cuatro o cinco sílabas se traza con tanta rapidez y brevedad como una sola de nuestras consonantes>>. Y de esta fluidez se desprende el florecimiento árabe. Uno de esos lugares que actuó como centro neurálgico emanador de cultura árabe escrita fue precisamente nuestro al-Ándalus, una tierra que actuó como refugio ideal de amantes de libros, grandes bibliotecas y hábiles calígrafos.
Inscripción fundacional en la que se explica el mandato de Abd-al-Rahman II de construir la mezquita |
Inscripción del bote de al-Mugira (967/968), escrito en estilo cúfico cordobés. |
Corán de Córdoba del siglo XII (Sura de la Vaca) |
Corán del siglo XIII, (Sura de las mujeres) |
Corán nazarí, de finales del siglo XIII/principios del XIV. |
Corán nazarí, de la misma datación que el anterior. |
El sabio simplifica, de al-Sharani (1993) |
La caligrafía árabe sigue evolucionando, como ya lo hizo durante la Edad Media. Pero ahora, en la época contemporánea, las letras se perfilan sobre un fondo que usualmente está teñido del sentir abstracto europeo, creando obras singulares, originales. Algunas aptas para leer; otras, solo para el deleite.
El siguiente vídeo es una visita virtual a la exposición Libertad e innovación. La caligrafía árabe contemporánea. ¡Que aproveche el tour a través de este maravilloso mundo artístico!