martes, 23 de abril de 2013

EL RASTRO MORISCO: UN PROYECTO AMBICIOSO

Reconozco que prejuzgué la última emisión del programa televisivo de <<Islam Hoy>> cuando leí su título: Linajes moriscos en la actualidad. Era una sospecha infundada, sí... pero que estaba basada en la experiencia anterior de pretensiones semejantes: tengo absoluto recelo a cualquier proyecto que se empeñe en buscar los orígenes genéticos de un individuo o colectivo, de la manera que sea. En muchos de estos casos, y como ya nos demuestra la historia, las fuentes onomásticas, entre otras, no han sido usadas meramente con objetivos documentales y científicos, que ahonden en la herencia cultural de un lugar concreto, sino que se han manipulado ilegítimamente la información a modo de defensa  ulcerosa de un linaje si no grandioso de facto, sí rodeado de un hálito de grandiosidad alimentado por la distancia cronológica y algún que otro producto de una imaginación desbocada. Me vino a la mente, mientras hilaba prejuicios y concluía en exageraciones, la frenética obcecación desde la Baja Edad Media por los cristianos nuevos y viejos; después, por los arios del nazimo; más recientemente, por las anacrónica empresa judaizante y colonizadora del Estado de Israel moderno. Estupideces, arcaísmos, injustificables delirios de grandeza... La limpieza de sangre quedó atrás hace mucho tiempo.

El programa emitido por <<Islam Hoy>> y dedicado a la pervivencia de familias moriscas en la actualidad no está enfocado desde tal punto de vista, por fortuna, sino desde uno esencialmente documental, científico y serio, que tan solo busca fortalecer el conocimiento sobre la España pretérita, antes que enardecer cualquier tipo de sentimiento. Se sigue la continuación de aquellas familias moriscas que burlaron los edictos de Valencia en 1609 y del resto e la Península entre 1610 y 1614. Por estas fechas, la gran mayoría de los moriscos emigraron al norte de África, como por ejemplo el poeta morisco más famoso, Mohammed Rabadán, que se dirigió a Túnez. No obstante, muchas otras familias moriscas se quedaron. El trabajo que lleva a cabo el doctor Enrique Pérez Cañamares, que ha colaborado esporádicamente con algunas revistas de investigación histórica, trabaja en muy buena parte con la onomástica: el punto fuerte del proyecto recae en la recopilación de apellidos encontrados en tal o cual documento, su almacenaje en una base de datos y la ardua tarea del establecimiento de parentesco con otros individuos moriscos de la Península.

El proyecto Los moriscos que dirige Pérez Cañamares plantea una cuestión interesante sobre la que hay que reflexionar: ¿hasta qué punto es posible remontarse, con absoluta seguridad, a los antepasados de una familia? ¿Con saber con exactitud hasta cuándo se mantiene esa "pureza familiar" y cuándo se es vencido al fin por esa disolución casi irremediable con los otros? Es algo con lo que hay que tener cuidado y valorar su importancia en su justa medida.


www.losmoriscos.es
En esta página web se puede recorrer la historia de los moriscos geográficamente. Del mismo modo, se pone a disposición de cualquiera que lo desee la base de datos de apellidos y las digitalizaciones de documentos relacionados con los moriscos.

A falta de haberlo hecho del mismo modo con el mediocre capítulo La refinada cultura andalusí, que pretendió abarcar en 15 minutos más de siete siglos de innovaciones y descubrimientos científicos, <<Islam Hoy>> se ha decidido al fin por fragmentar este capítulo en dos partes, el primero de los cuales dejo a continuación desde RTVE A la Carta. Para no repetir el contenido del vídeo, que merece la pena ver y escuchar con atención, simplemente comentaré algunas pequeñas suspicacias que me llamaron la atención:

- La conversión forzosa de los mudéjares al cristianismo promulgada en Castilla ocurre en el año 1502 (mientras que en Navarra en 1512), y no en el 1505, tal y como se afirma en el vídeo.

- Me ha extrañado la mención a la pervivencia de la lengua árabe en los moriscos del siglo XVII, pues era esta ya una lengua que se venía perdiendo desde época mudéjar y que solo dominaban los alfaquíes, y de ahí, la constante y abundante literatura aljamiada que se conserva de esas fechas, como testimonio de un árabe olvidado cuyos residuos son sus letras.

- Considero inadecuada -o mejor, dicho, políticamente incorrecta- la expresión de "pueblo morisco", así como la de "pueblo" en general en tanto palabra aplicada a todo aquello que, fuera de considerase un emplazamiento físico concreto, se extrapole a la noción de un conjunto de personas unidas por unos rasgos característicos que parecen permanecer inmutables a lo largo del tiempo.

Espero con ilusión la emisión del segundo vídeo acerca del legado morisco, que, tal y como parece indicarnos la primera, se adentrará en mayor profundidad en el complejo y enrevesado mundo de la onomástica.

jueves, 18 de abril de 2013

UN DIVÁN DE EMOCIONES

Mahmud Sobh
<<Porque... lo primero que ha de hacer un profesor es definir los términos>>. Han sido estas las primeras palabras pronunciadas hoy por el profesor Mahmud Sobh antes de abordar la poesía andalusí, a modo de preludio a ¿qué fue al-Ándalus? Para saberlo, primero se ha de encontrar una respuesta a la etimología del topónimo, o al menos atreverse a jugar a los puzzles lingüísticos: las teorías son varias y no hay mucha seguridad al respecto. Pero Sobh apuesta por su propia explicación: "el paraíso de Occidente".

Esta tarde, a las 19.00, comenzaba en la Casa Árabe la presentación de la obra El diván de la poesía árabe y andalusí, una antología poética bilingüe árabe-español publicada por Sobh apenas hace un año, en el 2012. Se ha llevado a cabo una lectura alalimón: Sobh, con una voz serena y con ademanes teatrales que nos impelía a imaginarle como el poeta nómada en el entorno de mil y un desiertos, ha recitado -con el cantar sublime que supone esto en el mundo árabe- una serie de poemas; a continuación, el poeta Javier Lostalé lo ha secundado con una recitación en español, con voz soberbia, impactante, que desplegaba una absoluta sencillez impregnada en elegancia.

La presentación ha sido, esencialmente, una oda en sí; una oda a las poetisas o, como el propio Sobh ha preferido siguiendo la caprichosa normativa actual, mujeres poetas: desde la preislámica Layla al-Afifa, la omeya Maishún -la mujer del jalifa Muawiya I-, hasta la pionera del sufismo Râbi'a al-Adawiyya. No obstante, los poemas que más han resonado han sido los del insuperable y gran maestro de poesía árabe al-Mutanabbi, por el cual Sobh, como el mismo ha reconocido gustosamente, siente una irredenta debilidad. El hecho de que su obra, una antología que acapara la larga historia literaria de la civilización árabe, albergue nada más y nada menos que noventa y nueve poesías de al-Mutanabbi, no es pura casualidad.

En el panorama literario andalusí, el elenco de personajes femeninos ha quedado ligeramente eclipsado por la merecida reverencia que se le ha brindado al cordobés Ibn Zaydún (1003-1071). La poesía de este prolífico compositor puede reconocerse como la mejor que acogió al-Ándalus durante sus ocho siglos de fructífera existencia: fue el más grande, un al-Mutanabbi oriental en Occidente -si es que acaso se puede comparar al primero con alguno de los poetas árabes que lo sucedieron-. La lectura que se hizo de Zaydún fue la de una sensible y emotiva elegía que escribió a su abuela. Con tales voces de los recitadores, los sentimientos estuvieron a flor de piel. Sin embargo, también hubo tiempo para que florecieran varias bromas y anécdotas: Sobh narraba, con humor y cariño, a un al-Mutanabbi aficionado al vino blanco, que no tenía problemas en pregonar <<Soy ateo, gracias a Alá>>; o a una princesa cordobesa llamada Wallada (1000-1091), que mandó coser en oro sobre su vestido un sensual y atrevido mensaje para aquel ante quien paseara:

Juro por Dios que soy digna de las alturas,
voy por mi camino con la cabeza muy alta.
Permito a mi amante que toque mis mejillas
y acepto los besos de quien desee darlos.

Y recapacitemos sobre esto un breve instante. Imaginar a una mujer del siglo XI en un ambiente musulmán como el de al-Ándalus pregonando sus pasiones con esa libertad, y quizá desfachatez, al mismo tiempo que gritaba por las plazas <<¡Doy mis besos a quien los quiera!>>... todo esto, equivale a un total derrumbe del concepto preconcebido por una sociedad occidental del siglo XXI que ve en el islam un reflejo del ortodoxo dogmatismo religioso y el sexismo. Pensar en Wallada es pensar en una cultura andalusí que rebosó de tolerancia, y en la que el islam -que no es ni ha sido inmutable, a pesar de la insistencia que en ello puedan hacer algunos grupos religiosos- se amoldó a una sociedad abierta.

Avanzando en el tiempo, Sobh nos sorprendió con la recitación de una moaxaja del famoso poeta granadino Ibn Jatib (1313-1374). La melodía, esta vez, fue música en estado puro, a imagen y semejanza de la interpretación que hizo la cantante libanesa Fairuz. A continuación, dejo un link donde se puede leer el poema al mismo tiempo que escucharlo cantado por Fairuz.

(Para la música, hay pinchar en el óvalo que se encuentra sobre el texto del poema) 

Wallada, sin embargo, no queda marginada en la selección de aquellas singulares y relevantes poetisas andalusíes. Falta por mencionar aún a Aixa, aquella mujer que ha dejado en la memoria española una cita escalofriante por su dramatismo y su fuerza poética. Sobh cierra así, magistralmente, la presentación de su libro con unas palabras que dirigió esta gran mujer a su hijo, cuando él miró, desde lejos, hacia su amada Granada, tras haberles entregado las llaves de la magnífica ciudad a los Reyes Católicos. Son palabras que, a falta de explicación, no queda más que repetirlas, una y otra vez:

Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre.

Una presentación hermosa, cargada de emotividad y ecos de una lengua árabe que, con sus múltiples fonemas, resuena con cierto arcaísmo y una magia insondable. La emoción se palpaba en el ambiente.  Y fue tal la electricidad sentimental, que hoy muchos no hubimos llorado como mujer por la vergüenza y dignidad que se lo impide al hombre.

lunes, 15 de abril de 2013

AGUAS ANDALUSÍES

La primera vez que escuché la palabra spa pensé, de manera automática y prejuiciosa, en un barbarismo muy recientemente incorporado al vocabulario español; en una de esas pulsiones modernistas -y muchas veces, horteras- que nos quieren hacer pensar que lo dicho en otro idioma es mucho más chic. Pero me confundía: spa no es equivalente a balneario, siendo así el único significante que tienen estos complejos, por lo que, a falta de palabra, el barbarismo contingente se convierte en un préstamo necesario. El término, de origen incierto, se postula como el epónimo de una ciudad de Bélgica: Spa, celebérrima por sus baños termales. Independientemente de la etimología, la palabra spa solo me hacía pensar en una cosa: en uno de los productos de una modernidad algo aburguesada y algo elitista; era incapaz de imaginarme esa palabra de apariencia tan soutenu en los labios de alguien sin pretensión ninguna de show off.

Pero estaba dejando pasar por alto los orígenes, siempre más humildes, de este tipo de complejo terapéutico: el Antiguo Egipto, la Antigua Grecia, el Imperio romano, la milenaria cultura japonesa... y, por supuesto, la civilización islámica. ¿En qué parte del mundo se le atribuyó primero la cualidad sanadora y purificadora del agua? Lo cierto es que determinarlo, como muchas otras cosas, resulta en la actualidad complejo y arriesgado. No obstante, no se trata de una carrera por descubrir al pionero, sino por una analogía entre los diferentes rituales que en todo el mundo ha tenido como protagonista al agua, de modo que pueda interpretarse su rol como un simple arquetipo presente en todas las culturas.

La terma, el balneario, el spa... son vestigios que nos advierten de la importancia innata que el  hombre, desde que es hombre, atribuye al agua como agente que limpia impurezas físicas y -extrapolando el concepto al ámbito abstracto- también espirituales. Hablamos así, en la cultura musulmana, de las abluciones dentro de un marco religioso y del hammam dentro de uno eminentemente social. ¿Acrecentó la relevancia del agua para el islam el hecho de haber sido una religión desarrollada en un entorno árido, desértico... en el que un oasis era un paraíso? Es una pregunta retórica. Dejando a un lado la ortopraxis musulmana concerniente al agua, hay que atribuirle a la civilización árabe -aunque ya se hiciera anteriormente, como ocurrió con las termas de Caracalla- la construcción de estos recintos en el que el individuo marchaba a descansar, a asearse, a relacionarse y a hacer negocios y, también, a jugar al ajedrez.

Sala de El Bañuelo
(Granada)
Sala de los Baños del
Almirante (Valencia)
En al-Ándalus, como territorio deudor de la cultura oriental árabe y como vector de sus costumbres a lindes occidentales, las termas se difundieron de manera rápida y exitosa. Las construcciones más conocidas de baños termales de época andalusí, y que se conservan en la actualidad, son las siguientes. La primera, siguiendo un orden cronológico, es El Bañuelo, erigido durante la época del reino zirí de Granada, en el siglo XI. La segunda, continuando con la anterior localización, se conoce bajo el nombre de Baños árabes de Hernando de Zafra, levantada a caballo entre los siglos XII y XIII y cuyo nombre se debe al secretario de los Reyes Católicos que, después de adquirirlo, lo reformó. Para la tercera deberemos viajar hasta Valencia, una zona en la que la presencia musulmana se transparentaría en una rica herencia mudéjar y morisca: son los Baños del Almirante, que datan de principios del siglo XIV y fueron construidos por un cristiano al estilo mudéjar. Es curioso destacar que estos últimos baños árabes se siguieron utilizando hasta... el siglo XX.

¿Y qué ha sido de este legado andalusí en el siglo XXI? Sigue con nosotros, y además, dualmente: no solo a modo de monumentos patrimoniales inviolables, sino también bajo la forma de proyectos arquitectónicos actuales que revitalizan una herencia añorable. Es el ejemplo de Hammam al-Ándalus, una empresa que me sorprendió por su afán de búsqueda del exotismo y vuelta al pasado. Su eslogan es cautivador: 


<<Báñate en la historia>>


Sala del Hammam al-Ándalus de Granada
En Hammam al-Ándalus fueron los pioneros en reestablecer los baños árabes en España, fundados en 1998, cinco siglos después de la caída del reino de Granada. Su arquitectura ha sido tan esmeradamente cuidada que me resulta obligado hacer un inciso y destacar estos pequeños detalles que, sin embargo, marcan la diferencia entre lo corriente y lo extraordinario: el estilo no es el mismo en el complejo de Granada, donde se ha elegido el nazarí, que en el de Córdoba, que es omeya, ni en el de Madrid, que es mudéjar. ¡Por fin un proyecto comercial que tiene seriamente en cuenta factores históricos y culturales! Este año, en 2013, Hammam al-Ándalus, debido a su éxito entre una sociedad que ha vuelto a la pasión por los spas, abre en Málaga un nuevo complejo. El estilo es, al igual que en Granada, nazarí.

Concurso de ajedrez en el Hammam
al-Ándalus de Córdoba, 2008
La empresa rescata al máximo la herencia de al-Ándalus: las salas de agua fría, templada y caliente se disponen al modo tradicional; el cliente bebe té moruno al final del relajante recorrido; se organizan anualmente concursos de ajedrez en el agua; y el punto fuerte de la sesión sigue siendo la técnica de la kessa andalusí: un masaje con jabón de uva roja. Sencillamente atractivo. El legado andalusí se ha recuperado, sí, pero... hasta cierto punto: se olvida el carácter público de los baños árabes. Es que el spa pide tarifas -a veces desmesuradas-, y es consciente de que la historia mítica es encantadora, enigmática y que pide a gritos volver al presente; pero el presente también pide a gritos mantener las costumbres capitalistas y dejar que los buenos y justos servicios del pasado a la comunidad se mantengan pretéritos.

lunes, 8 de abril de 2013

PNEUMA: UN HÁLITO DE MÚSICA

A veces me pregunto: ¿en qué se ha convertido la música? Algunos días me respondo, con cierto pesimismo, que mucha de la música actual conforma una pieza más de un gran puzzle comercial, y entonces imagino a artistas que encuentran en la excentricidad un imán poderoso y atrayente para cierto público y que acuden a discográficas a cantar lo que mejor se adecúa a esa imagen artificialmente prefabricada, vendiendo canciones exitosas hoy y olvidadas -y penosamente aplastadas por las nuevas modas- mañana. Otros días, sin embargo, prefiero pensar en una gran mayoría de artistas altruistas que encuentran en la música un medio de expresión entre el mundo y ellos, aunque, finalmente, siempre acabo reduciendo dicho número a una escasa y marginada minoría poco reconocida y poco divulgada.

Quizá por ese sentimiento desazonador que me produce el pensar en la prostitución de un arte tan bello y conmovedor, decidí sumergirme, por mera curiosidad, en la música medieval peninsular, impulsada por la romántica intuición de que el pasado siempre es mejor que el presente. Y fue entonces cuando redescubrí a Pneuma, un sello discográfico que había escuchado esporádicamente desde hacía un par de años, pero que no había sabido valorar lo suficiente. Y Pneuma, por su parte, arrojó a mis oídos la música andalusí. 

Pneuma fue creado en el año 1994 por Eduardo Paniagua, una personalidad a la que la música medieval debe, si no la vida, sí al menos la conservación y la vuelta a un mundo que la evalúa a través de unos oídos no habituados, pero que sin embargo no han perdido la facultad  de reconocer la hermosura de los sonidos. El nombre del sello discográfico es de por sí sugerente: en griego, πνευμα significa 'aliento', y 'vida', y 'alma', e incluso 'olor' y 'prosperidad'. ¡Qué sentimientos debe despertarnos la música medieval en nosotros para que sea digna de tal etiqueta!

En ese mismo año, Eduardo Paniagua, que se encuentra imbuido por igual en la música cristiana y en la andalusí, fundó Ibn Báya junto con Omar Metioui, un grupo entregado a este último tipo de música que se considera, tal y como su propio nombre indica, deudor del polifacético Avempace. Sí, efectivamente: filosofía y música... una extraña mezcla para aquellos ojos criados en una modernidad que ha tachado, injustamente, a la primera disciplina de misticismo ininteligible y a la segunda de entretenimiento informal. ¡Cuánto hemos de aprender de esa mal calificada Edad Media! Fue precisamente esa misma época vivida en al-Ándalus la que nos enseña que, en un primer estadio, la música no solo era ancilla filosofae, sino, asimismo, una rama de la medicina, pues se la atribuía una inmensa capacidad terapéutica. En efecto, la música era aquel instrumento que susurraba al alma y creaba un armónico equilibro con el cuerpo.

La colaboración de Eduardo Paniagua en Ibn Báya o, más recientemente, su trabajo con el grupo marroquí El Trío Arabí, lleva produciendo desde hace ya casi veinte años grandes frutos: dentro de su Colección Al-Ándalus, encontramos nada más y nada menos que 54 volúmenes de dispar contenido y diversos orígenes. Agua de al-Ándalus, Felicidad Cumplida, Alarifes Mudéjares o Poemas de la Alhambra son algunos de los títulos que componen esta serie que nos acerca, durante unos breves pero intensos minutos, a una tierra que solo habíamos podido conocer a través de libros de historia y de ficción... pero que ahora también podemos oír.

El método de trabajo para la recopilación musical andalusí se basa principalmente en dos pilares: las fuentes escritas y la tradición oral. A menudo, la segunda sustituye a la primera, ya que nos encontramos con un gran hueco histórico de documentación musical después de la expulsión de los moriscos de la Península en el año 1610: los primeros intentos de recopilación de este patrimonio se producen ya entrado el siglo XVIII. Hasta ese momento, la memoria, esa facultad tan alabada y practicada por la cultura semítica, fue el único recurso, y la música se transmitió oral y fascinantemente durante generaciones. Rebuscando entre documentos antiguos y entre pueblos, folklore y escuelas magrebíes y orientales, es así como Paniagua nos acerca a un mundo mágico, introduciéndonos, además, en él.

Con Pneuma y su rebeldía insaciable de no permitir escapar ese arte que se condena al olvido por naturaleza, a veces también me pregunto: ¿qué es la música en esencia? Es el arte, supongo, más efímero que existe. Mientras que la arquitectura puede permanecer soberbiamente erguida durante siglos; mientras que la literatura se ha grabado en tablillas, piedras, papiros, pergaminos, papel e incluso pantallas; mientras que el dibujo se traza en cualquier soporte que se proponga... la música, aunque encuentre su futuro relativamente asegurado en unos pentagramas que pretenden representar su carácter sublime, esta es, sin embargo, una forma de arte que desaparece al instante en el que se está efectuando; una forma de arte que no tiene presente. Su existencia es siempre pretérita. Y ahí radica su belleza, y por eso mismo encandila el alma, el pneuma: porque nos hace conscientes de que jamás podremos atraparla. La música solo existe en la memoria.

lunes, 1 de abril de 2013

BIBLIOFILIA EN AL-ÁNDALUS: ¿PASIÓN U OBSESIÓN?

En el año 1895, Julián Ribera y Tarragó, uno de los arabistas pioneros en España, decide dar un discurso universitario que más tarde sería publicado bajo el nombre de Bibliófilos y bibliotecas en la España musulmana. Se trata de un breve ensayo magníficamente trazado que despierta gran interés, y en el que el autor se pregunta por el cómo, el cuánto y el porqué de la producción de libros tan voluminosa en al-Ándalus.

Respondiendo al cómo, el autor halla rápido el motivo, ya que parece ser que la causa se encuentra intrínseca en el sistema de escritura árabe: sencillamente, es fluido. Y esto permite una mano amanuense barata capaz de producir muchos volúmenes en poco tiempo. Además, los árabes trabajan con papel desde el año 750, lo que incrementa y abarata aún más esta producción. La curiosidad del autor no se queda ahí, y decide hacer malabares matemáticos para hallar el cuánto. Con unas multiplicaciones por aquí y por acullá de estudiantes, habilidosos escribas... obtenemos grosso modo la apabullante cifra de entre 700,000 y 800,000 volúmenes copiados en Córdoba. ¡Al año! Y es que al-Ándalus es descrita como una región en la que cualquier adinerado -o no- era de facto un auténtico bibliófilo. Pero... ¿por qué? Pues porque se trata de su medio de instrucción por excelencia. Los musulmanes son gentes del Libro, pero no solo en el ámbito religioso, sino también en el literario y artístico.

Pongamos por primer ejemplo a un califa, aunque más adelante veremos que la condición económica no fue un determinante. Ya la dinastía de los omeyas mostró gran interés y amor por los libros, pero no hubo califa más bibliófilo que Al-Hakam II (915-976). Su padre, Abd-al-Rahman III (891-961), como buen miembro de su linaje, ostentaba en la Biblioteca Real de Córdoba, es decir, su propia biblioteca, una asombrosa suma de volúmenes. Al-Hakam II y su otro hijo, Muhammed, tan pronto como empezaron a estudiar comenzó también el reto por ver cuál de ellos se hacía con una biblioteca más grande, pues la de su padre, a pesar de su esplendor, parecía quedárseles corta. Abd-el-Rahmán III fallece, y también su hijo Muhammad. Al-Hakam II, en su ascenso al trono, se encuentra con tres magníficas bibliotecas que gustosamente fusiona. Conocemos el número de libros aproximado: 400,000. E iban in crescendo, de tal manera que, en búsqueda de habitaciones con más espacio, el califa, el hombre con más poder de al-Ándalus, hubo de esperar seis largos meses para ver el traslado de todos sus volúmenes completado.

Continuando en los altos escalafones sociales de Córdoba, pero cambiando de sexo -pues la bibliofilia no era un sentir exclusivamente masculino-, nos encontramos con Aixa bint Ahmad ibn Muhammad (s. X-1009), más conocida como Aixa al-Qurtubiyya. Fue una mujer polifacética que destacó sobremanera escribiendo; escribiendo Coranes y sus propias poesías. Y además coleccionaba libros, llegando a ser su biblioteca otra de las muchas maravillas de papel de la Córdoba bajomedieval. Su biografía la conservamos gracias a Ibn Baskuwal, quien la halaga del siguiente modo: <<En su tiempo no había entre las mujeres nobles de al-Ándalus nadie que la igualase <<...>> en conocimientos religiosos y profanos, en dotes poéticas y retóricas, en virtud, elocuencia y buen juicio>>.

Bajando de estatus social, nos encontramos con una ejemplar anécdota de un hombre pobre -aunque no excesivamente-, llamado el-Hadramí, incansable viajante y bibliófilo que, a su paso por Córdoba, se detuvo en el esplendoroso mercado de libros. En su puja por uno de ellos se topó como contrincante con un hombre adinerado, que no dudaba en subir más y más el precio del libro. El-Hadramí, indignado, fue a hablar con él, y descubrió que su único propósito era rellenar un hueco de su biblioteca, hueco que el volumen parecía cubrir a la perfección. El bibliófilo de verdad perdió la joya y el farsante se la llevó a su casa: Córdoba había llegado a tal punto en el que cuantos más libros dispusiera una persona, más culta y de prestigioso raigambre parecía ser. Pero el bibliófilo no es solo aquel que acumula: es aquel que también devora, pues de lo contrario se convertiría en un mero coleccionista sin mayores aspiraciones que las de aparentar.

Pero... ¿dónde está lo especial de esta moda creciente en la al-Ándalus medieval? ¿No hay hoy en día múltiples casas con grandes bibliotecas; personas bibliófilas que pasan sus vidas leyendo y buscando ejemplares extraños? La diferencia la marca la distancia temporal. Hoy en día, la adquisición de libros, dejando fuera su coste, es increíblemente rápida: el libro se selecciona y se compra. Al instante. Hasta muy finales de la Edad Media, no existía la imprenta: la paciencia y la buena letra eran los ingredientes esenciales. Retomemos ahora la historia de Al-Hakam II y pensemos en su biblioteca de 400,000 ejemplares. Si tal cifra resulta impresionante incluso hoy en día, recapacitemos sobre la laboriosidad de todos esos volúmenes escritos tranquila y artísticamente por amanuenses, con páginas ilustradas con motivos laboriosos y, por supuesto, con sus obligadas y bellísimas encuadernaciones, y la impresión será aún mayor. Aparte de todo esto, hay que añadir que los califas y hombres más adinerados no se contentaban con una buena biblioteca, sino que, para proseguir con las adquisiciones, asalariaban a copistas interinos que trabajan incansablemente dentro de la propia biblioteca. Es el caso de Ibn Futays, quien tuvo seis escribas empleados que trabajaban para él y que, además, debido a su gran recelo, creaban segundas copias para prestar a los conocidos de Ibn Futays.

Como hemos visto, la bibliofilia en al-Ándalus comenzó siendo una pasión sincera propulsada por los amantes de la lectura, que, poco a poco, fue degenerando en una obsesión de ostentación de poder y falsa sabiduría, en la que ya no solo se coleccionaba por cuestiones materiales, sino como carta de presentación de cara al público. Sea como fuere, el caso es que al-Ándalus, y en especial Córdoba, se convirtió en la capital libresca de toda Europa, así como en un referente de cultura escrita para todo Oriente. Un lugar idílico, en definitiva, para los bibliófilos contemporáneos, que nos hemos de contentar, sin embargo, leyendo ensayos como los de Tarragó y deleitándonos en tan evocadoras escenas.